Navegación |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
COSITA RICA
58 DVD
Paula C. es la muchacha más popular del barrio República. Posee un ángel que la hace inolvidable y encantadora. Por eso, el día que Diego Luján, el joven empresario y futuro heredero de un imperio de cosméticos, se cruzó con ella, se le marcaron sus ojos para siempre en la memoria. Diego estaba a una semana de casarse con la modelo más hermosa de la ciudad: Vicky Cárdenas. Ella era la imagen exclusiva de las empresas Luján y la afortunada prometida de un soltero impenitente y codiciado, como siempre se le había conocido a Diego. Pero el destino jugó sus cartas. El encuentro entre Paula C. y Diego fue lo más parecido a una tormenta, o lo que es lo mismo, a una gran historia de amor. Porque a Paula C. le pasó exactamente lo mismo cuando vio a Diego: el estremecimiento de un huracán.
La segunda vez que Diego vio a Paula C, ella viajaba como polizonte en un barco, en busca de una oportunidad crucial para su vocación de bailarina. Los acontecimientos los envolvieron en un viaje que duró cinco días y que fueron suficientes para devastarles el corazón y cambiarles la vida. Paula C. y Diego tenían que regresar a su vida de todos los días, a sus afectos, sus compromisos, sus rutinas, sus mundos tan distintos. No querían hacerlo. No querían separarse. Por eso se despidieron con un pacto de amor entre los ojos. El le prometió cancelar su compromiso de bodas con Vicky. Ella le prometió también renunciar a un novio que acompañaba sin mayores pasiones sus días. El le prometió un destino en una ciudad distinta: Nueva York. Allí la esperaría dentro de un mes, en pleno aeropuerto. El se las arreglaría para hacerle llegar los papeles necesarios para el viaje y el boleto de avión. En rigor, ambos se estaban prometiendo la vida entera.
Y Paula C. desde entonces, sólo vivió para ese día. Se entrenó con afán para la posibilidad de una audición en Nueva York. Haría el primer viaje en avión de su historia, se inscribiría en alguna academia de Manhattan y se redescubriría a sí misma a través del amor de Diego Luján. El, por su parte, le confesó a Vicky que se había enamorado locamente de otra mujer. Pero ya en el aeropuerto, luego de despedirse de su familia, Paula C. decidió ayudar a un pobre hombre que apenas podía cargar con sus maletas y con un inmenso conejo de peluche. Cuando las autoridades de inmigración revisaron el equipaje de Paula C. descubrieron un alijo de droga en el inocente conejo que ella cargaba entre sus brazos. Para su sorpresa, el hombre había desaparecido del lugar y a ella le cayó, de un solo golpe, el demoledor peso de cinco años de cárcel. Nunca pudo llegar a la cita con Diego Luján. Nunca hubo explicaciones. El la esperó días, semanas, meses enteros, sin saber jamás lo que pasó. Regresó a Caracas, la buscó sin saber dónde buscarla, registró cada calle de la ciudad, trató de adivinar en los rostros de la gente un vínculo, un parentesco, con esa imborrable mujer que le había robado el sueño para siempre. Pero nada. Nunca más supo nada de ella.
Hoy, en el corazón de una populosa barriada latinoamericana ha ocurrido un acontecimiento que transformará la vida de todos sus habitantes: el inesperado regreso de Paula C. Ahora regresa del infierno para recuperar su vida y vengarse del hombre que le destrozó su futuro. Pero regresa, sobretodo, con la esperanza incierta de toparse algún día con Diego Luján, la única y verdadera historia de amor que ha conocido.
Paula C. debía comenzar una nueva vida. Debía olvidarse de su gran sueño: ser la mejor bailarina del mundo. No tenía empleo. Y su familia estaba arrasada por una seria crisis económica. Ella debió regresar al viejo oficio con el que siempre se ganó la vida: el maquillaje. Paula C. era una experta en el arte de embellecer a la gente. Nadie como ella para ocultar la tristeza en un rostro, resaltar la luz de unos ojos, acentuar la ternura de una sonrisa y, en definitiva, ganarle la partida a las huellas del tiempo. Una noche fue contratada para maquillar a una mujer que se casaba. Esa era una de sus especialidades: maquillajes de boda. El segundo gran impacto de su vida ocurrió esa noche cuando, luego de maquillar a la novia, descubrió con terror que el hombre que se casaba era nada menos que Diego Luján.
El impacto, por supuesto, fue mutuo. A ella la destrozó saber que la novia era la misma mujer que cinco años atrás ocupaba la mente de Diego: Vicky Cárdenas. Pero ya no había nada que hacer. Fue entonces cuando Diego se enteró de por qué ella había faltado a la cita. Fue allí cuando supieron todos los esfuerzos heroicos que habían hecho ambos para olvidar al otro y comenzar una nueva vida. A pesar de las explicaciones, ya era muy tarde. Faltaba una hora para la boda. Y cada uno había iniciado un camino distinto. El decreto lo hizo ella misma: se lo arrancaría del corazón a como diera lugar.
Esa misma noche ocurrió un incidente inesperado en la fiesta: la muerte de Nicomedes Luján, el padre de Diego y presidente del Grupo Luján, el líder del poderoso grupo empresarial especializado en cosméticos. La muerte de don Nicomedes conmocionó a todos. Lo peor ocurrió cuando se descubrió que el imperio del Grupo Luján no quedaría en manos de Diego, su heredero natural, sino de Olegario Pérez, un hijo bastardo y clandestino, que vivía olvidado en un miserable pueblo del interior del país. Diego y Olegario eran dos hermanos que ninguno sabía que el otro existía.
Así, de un día para otro, Olegario Pérez, un apuesto joven de rústica educación y toscos modales, se convertía en uno de los ejecutivos más poderosos del país. El desconcierto en el grupo Luján era total. Incluso, Tiffany Cruz, la voluptuosa amante de don Nicomedes y aspirante a la fortuna del consorcio, estaba descolocada, sorprendida, perpleja. El propio Diego Luján entendió que, en aras de preservar la salud del negocio, él mismo se encargaría de entrenar a su hermano Olegario para que se convirtiera en el presidente que la empresa merecía. Contrató modistos, peluqueros, profesores de etiqueta y buenos modales. El punto es que Olegario Pérez llegó a la ciudad y se topó con la demoledora belleza de Paula C. en una esquina. Y desde entonces, Olegario no se quedó tranquilo. Juró que esa mujer sería suya y utilizó todo el poder del que ahora disponía para conseguirla nuevamente. Hasta que dio con ella. Y entonces comenzaría un largo y complejo duelo entre dos hermanos por el amor de una misma mujer.
Pero Paula C. no es cualquier mujer. Paula C. no se deslumbra con el poder o el dinero. A ella la seducen las almas, no el brillo de un cuerpo o el confort de una vida. El acoso de Olegario le pareció torpe, brusco, indelicado. Por eso Olegario le pidió a su hermano Diego el mayor favor de su vida: ayudarlo a conquistar a una mujer indomable. Diego, sin saber de cuál mujer se trataba, lo ayudó con todos sus conocimientos y de alguna manera drenó por esa vía el inmenso despecho que le producía la aparición y posterior distanciamiento de Paula C.: le escribió las cartas de amor, le eligió las flores, los restaurantes, los regalos, los poemas. Y Paula C., asombrada por la imprevista sensibilidad de Olegario Pérez, poco a poco fue cediendo, sorprendiéndose, casi enamorándose. Pero en realidad se estaba enamorando nuevamente del mismo hombre que siempre había amado. Paula C., ajena a la verdad, pensó que la única manera de olvidar a Diego era a través del amor de otro hombre que parecía quererla con locura. Y tomó una decisión inesperada: aceptar la propuesta de matrimonio de Olegario Pérez.
Sólo después del matrimonio, el mismo día que entró al Grupo Luján investida con el título de “la primera dama”, descubrió el tamaño de su error. Descubrió que Olegario no era el hombre gentil, amable y sensible que ella creía. Descubrió que era un clásico patán, un ser inescrupuloso, posesivo y machista. Y que se había enamorado, no de Olegario Pérez, sino de las palabras, los gestos y la sensibilidad de Diego Luján. Pero ya era tarde. Ya la vida le había cambiado de una manera irreversible. De ser una ex convicta, una joven de barrio totalmente anónima, ahora era una de las mujeres más poderosas del país. Ahora, nuevamente presa, pero en una jaula de oro, le tocaría vivir bajo el mismo techo de Diego Luján, ver todos los días al hombre de su vida sin posibilidad de darle rienda suelta a su amor. Ambos se habían casado con las personas equivocadas. Ambos se estaban desangrando de amor el uno por el otro. Diego Luján descubriría demasiado tarde que había ayudado a otro hombre a conquistar a la mujer que él amaba. Diego, en su desesperación, quiso quemar las naves, sincerarse con la situación. Hablar con Vicky. Hablar con Olegario. Pasara lo que pasara. Pero justo entonces ocurrió el imprevisto embarazo de Vicky. Una noticia letal para ambos amantes.
Comenzaría entonces el tormento de los amores imposibles. Y vendría una nueva revelación: Paula C. descubriría que en su empresa trabajaba el mismo hombre que le diera el peluche cargado de droga en el aeropuerto cinco años atrás. Pero esta historia no sólo deambula por los amores contrariados de Paula C. y Diego Luján sino también por las risueñas y siniestras interioridades del poder. Olegario Pérez, el mismo día que asume la presidencia del grupo Luján, descubrirá que no soporta el aire acondicionado central, que no sabe dormir sino en hamaca, que la vida se le llenará de aduladores, que tendrá que soportar a un ejército de peluqueros, modistos, chefs, historiadores y astrólogos que le dirán cómo comer caracoles, cómo vestirse ante la burguesía caraqueña, cómo no equivocarse en las actos públicos y qué debe hacer para evitar las consecuencias de “mercurio retrógrado y plutón en casa seis”. Un lunes, al filo de la medianoche, entenderá que lo único que le preocupa es que Paula C. sea capaz de engañarlo con alguien.
El resto es imposible de develar. Debemos asomarnos a los espacios íntimos de un imperio económico y a las escalinatas de un barrio para averiguar lo que realmente va a pasar. Debemos admirarnos ante el tesón demoledor de Paula C. por recuperar el sueño de ser bailarina. Sorprendernos ante el hecho de que ella, el orgullo del barrio República, se convirtiera en la inolvidable “primera dama” de un consorcio fastuoso. Pero, sobre todo, asombrarnos ante la forma en que el amor circuló como una marea alta y calamitosa por las arterias y huesos de Paula C. y Diego Luján, convirtiéndose en el amor más peleado, contrariado y difícil de todos los tiempos.
|
|
|
|
|
|
|
Hoy habia 43 visitantes (70 clics a subpáginas) ¡Aqui en esta página! |
|
|
|
|
|
|
|